Testimonio de Recuperación de Colitis Ulcerosa: Daniel y su camino hacia la remisión.

Testimonio de Recuperación de Colitis Ulcerosa de Daniel. Lucha hasta conseguir la remisión

En las páginas de este blog, se encuentra el Testimonio de Recuperación de Colitis Ulcerosa más detallado compartido hasta la fecha. Se trata de Daniel, él ha enfrentado la Colitis Ulcerosa con determinación y valentía. A través de su relato, Daniel nos lleva en un viaje profundo hacia su experiencia de lucha y superación contra esta enfermedad autoinmune. Su historia no solo narra los desafíos que ha enfrentado, sino también cómo ha logrado convertirlos en oportunidades de crecimiento personal. Con una narrativa que destaca la importancia de tomar decisiones informadas y seguir enfoques integrales. Daniel comparte cómo le influyó positivamente Las 7 Pautas de Jordi Paleo y la gestión emocional que para él han sido pilares fundamentales en su camino hacia la recuperación. Acompáñanos en este relato inspirador, donde cada capítulo de su historia refleja la fuerza de la voluntad humana y la capacidad de transformar la adversidad en triunfo.

Inicio de los síntomas y búsqueda de respuestas

En mayo de 2017, los primeros síntomas de una enfermedad comenzaron a afectarme. El sangrado, aunque no excesivo, se presentaba como mi principal preocupación. Además, notaba un aumento en la frecuencia de las visitas al baño, llegando a ser unas 3 o 4 veces al día en algunos momentos, sin embargo, la diarrea no era un problema constante.

Tras aproximadamente 10 días, opté por consultar a un médico privado en busca de orientación. Este primer médico me tranquilizó al explicar que en el 85-90 % de los casos, los síntomas se relacionaban con hemorroides o, en situaciones más serias, con pólipos. Aunque sus palabras no me dejaron completamente convencido, ansiaba tener certeza acerca de mi condición, lo que me llevó a buscar una segunda opinión.

El camino hacia el diagnóstico

Mi segundo médico, a quien acudí a continuación, ha sido mi guía en esta enfermedad hasta la fecha actual. Tras un examen minucioso, observó el sangrado que había estado presente durante varios días, pero no encontró indicios de hemorroides en la evaluación inicial. La inflamación que detectó en el ángulo del colon izquierdo/transverso lo llevó a solicitar una colonoscopia para obtener una comprensión más profunda de mi situación.

En el proceso de la colonoscopia, los especialistas centraron su atención en el área inflamada del ángulo del colon izquierdo/transverso, evitando ejercer presión excesiva para prevenir daños en las paredes del colon. En este punto, se descubrieron úlceras e inflamación. Tras realizar una biopsia, recibí el diagnóstico de Colitis Ulcerosa. Fui informado de que esta condición sería de por vida, con la posibilidad de brotes impredecibles. También se me aseguró que la dieta y el estrés no eran factores determinantes, un consejo que se brinda a todos los pacientes.

El papel del estrés y el tratamiento inicial

En ese momento, recordé un período prolongado de estrés relacionado con mi trabajo, así como un evento particularmente estresante con una cliente pocos días antes de que los síntomas aparecieran. Estoy convencido de que este episodio desencadenó mi enfermedad.

El tratamiento inicial consistió en la administración de mesalazina (Mezavant), cuatro comprimidos de 1.2 gramos al día, junto con enemas de pentasa en las noches. Sin embargo, debido a las molestias que los enemas me causaban, opté por dejar de usarlos después de tres días. Afortunadamente, el sangrado se detuvo poco tiempo después de la colonoscopia, aunque empezaron a surgir dolores abdominales que persistieron durante varios meses, variando en intensidad.

Desde el momento del diagnóstico, me sumergí en investigar a fondo sobre la Colitis Ulcerosa y cómo mejorar mi situación. Empecé a consumir probióticos, Boswelia Serrata, y infusiones de cúrcuma y jengibre, entre otras hierbas. Ajusté mi dieta al eliminar batidos de frutas con agua y, durante un período, limité el consumo de carne y azúcar, si bien seguía incorporando cereales y quesos, especialmente aquellos curados y con moderación.

Evolución y desafíos en el tratamiento

Después de semanas o meses, los síntomas comenzaron a desvanecerse, y los análisis de calproteína arrojaron resultados positivos. En consecuencia, el médico redujo la dosis de mesalazina a 2.4 gramos (2 comprimidos).

Sin embargo, a medida que experimentaba una mejoría, empecé a ser irregular con la medicación. En ocasiones, olvidaba tomarla o solo tomaba un par de pastillas a la semana debido a problemas de memoria.

Periodo de relativa estabilidad

Desde finales de 2017 hasta mayo de 2022, experimenté una baja actividad de la enfermedad. Aunque hubo episodios de sangrado, no fueron prolongados y no experimenté diarrea. Ocasionalmente, experimenté molestias abdominales, hinchazón después de comidas y algunas digestiones difíciles, síntomas que aparecían y desaparecían en intervalos cortos.

Las analíticas arrojaban resultados generalmente satisfactorios, con algunas excepciones en las que la calprotectina se encontraba ligeramente elevada (150-250), aunque sin mayores preocupaciones. Durante este período, mi dieta carecía de restricciones severas. Aunque evitaba el exceso de comida basura, disfrutaba de comidas fuera de casa ocasionalmente (una vez a la semana). En casa, mantenía una alimentación variada, aunque en ciertas ocasiones me permitía pequeños excesos de azúcar después de la cena.

La influencia del estrés

El estrés se mantuvo como un factor constante en mi vida debido a mi negocio y mi enfoque en la gestión emocional. Noté que durante períodos de estrés intenso, mis síntomas tendían a agravarse, aunque esto no era una constante.

En marzo de 2022, después de meses de ansiedad, problemas laborales y dolores musculares persistentes, sumados a enfermedades frecuentes de mi hijo en la guardería, experimenté dos gastroenteritis debido a mi hijo. En ese mismo mes, sufrí de tenesmo durante un par de semanas y episodios recurrentes de dolor abdominal cada 3-4 meses.

Cambios tras una nueva rutina

En mayo de 2022, decidí unirme a una escuela de espalda. Sin embargo, después de la primera sesión, experimenté fatiga extrema y, dos días más tarde, desarrollé fiebre y una nueva gastroenteritis, la tercera en un lapso de 6-8 meses. Esta gastroenteritis desencadenó un brote de la enfermedad, marcado por la presencia de diarrea y sangrado. Para manejarlo, ajusté mi dieta eliminando el azúcar (excepto un pan blanco en las mañanas) y reduje el consumo de quesos y verduras. Retomé probióticos, vitamina D, magnesio y Boswelia Serrata.

A medida que pasaban las semanas, noté sangrado de color negro, lo que me llevó a consultar a un médico privado, dado que la cita con mi médico habitual se demoraría tres semanas. Tras una extensa conversación y cuestionario, el médico prescribió Pentasa, aumentó la dosis de Mesalazina a 4 comprimidos y añadió omeprazol para una posible úlcera estomacal. Según él, las úlceras gástricas se curan con omeprazol. Considerando que había dado positivo en Helicobacter Pylori años atrás y que esto coincidía con los síntomas estomacales y el sangrado negro, me sugirió una gastroscopia.

Nuevos diagnósticos

En agosto de 2022, mientras mejoraban los síntomas de la Colitis, el sangrado rojo cesó, aunque el sangrado negro persistía. La gastroscopia reveló una úlcera en proceso de cicatrización en el duodeno. El médico explicó que la única manera de erradicar la bacteria Helicobacter Pylori era a través de antibióticos.

Sin embargo, consciente de que mi flora intestinal podría estar afectada debido a tres episodios de gastroenteritis, temía que un tratamiento con antibióticos pudiera provocar otro brote. Aunque los antibióticos podrían erradicar la bacteria, no garantizaba que la Helicobacter fuera la única causa. Por lo tanto, el médico sugirió esperar antes de iniciar un tratamiento con antibióticos.

Descubriendo un nuevo enfoque

En agosto de 2022, tu libro sobre las siete pautas para la Colitis Ulcerosa y la enfermedad de Crohn llegó a mis manos. A través de tus publicaciones en internet y a este libro encontré una nueva perspectiva sobre mi situación. Inspirado por la información, decidí adquirir el libro a través de Amazon.

Enfrentando nuevos desafíos

En ese punto, no experimentaba sangrado de ningún tipo y mis deposiciones eran consistentes y en buena forma. Sin embargo, a los pocos días, los sangrados negros reaparecieron. Acudí a una consulta con mi médico privado después de dos años de no verlo. Le expliqué detalladamente mi situación, mencionando que esa misma mañana había notado un leve sangrado rojo (un incidente aislado).

En este momento, el médico consideró necesario abordar la bacteria que estaba ocasionando úlceras en mi estómago para prevenir complicaciones. Aunque expresé mis preocupaciones sobre los antibióticos y la flora intestinal, el médico aseguró que la flora podría recuperarse. Me recetó antibióticos y omeprazol, además de añadir Clipper 5 mg, dos comprimidos al día, para evitar la reaparición del brote de colitis.

El tratamiento y sus efectos

Una semana después, comencé con el tratamiento de antibióticos y omeprazol. Sin embargo, decidí no tomar el Clipper, ya que mi colitis estaba estable en ese momento y no quería someter a mi cuerpo a más medicación fuerte. Al finalizar el tratamiento con antibióticos, aproximadamente a los 3-4 días, empecé nuevamente a tener heces sueltas.

Luego, en un plazo de 2-3 días, a mediados de septiembre, desarrollé diarrea y sangrado rojo. Esta situación persistió hasta noviembre, alrededor de dos meses. Vale la pena mencionar que en septiembre consulté a una nutricionista y eliminé por completo los lácteos y el gluten de mi dieta. Mis elecciones alimenticias se centraban en verduras, carne de ave, huevos, legumbres, quinoa, trigo sarraceno y frutas, siguiendo las pautas recomendadas en tu libro. A sugerencia de la nutricionista, también incorporé legumbres, pseudo-cereales y pan sin gluten como alternativas.

La búsqueda de soluciones

Durante este período, intensificado por el estrés y la ansiedad, experimenté molestias persistentes en la zona escapular y entumecimiento en los dedos de las manos, síntomas que había desarrollado desde agosto. A pesar de las visitas a traumatólogos y neurólogos, no se encontró una solución definitiva. Una resonancia no reveló afectación en la médula espinal, y un electromiograma, aunque no encontró problemas en mi zona de molestias, detectó una polineuropatía miélica en mis miembros inferiores y superiores.

Este diagnóstico generó un aumento de la ansiedad debido a la incertidumbre de enfrentar otro problema grave. Busqué una segunda opinión, y esta vez el neurólogo cuestionó el diagnóstico inicial. Mientras esperaba repetir las pruebas, mi ansiedad aumentó, lo que coincidió con otro brote de la enfermedad, el más severo hasta el momento.

Un revés en la evolución

A fines de noviembre, este nuevo brote se presentó con mayor agresividad. A pesar de mantener mi fuerza física característica durante la enfermedad, experimenté un aumento en la frecuencia de las visitas al baño y en la cantidad de sangrado. Las analíticas no mostraban problemas de hierro ni anemia, pero a medida que las semanas pasaban, la situación no mejoraba.

Fue en este punto cuando experimenté un cambio notable en mi rutina alimentaria: después de consumir una cantidad considerable de garbanzos durante dos días consecutivos, noté una reacción negativa. A partir de entonces, mi frecuencia de evacuación se disparó, pasando de 6-7 veces al día a 12-13 veces. La sensación de incompletitud y la necesidad de hacer evacuaciones incluso durante la noche se hicieron presentes por primera vez.

Empiezo con dieta más estricta

Mi trayecto comenzó con la decisión de llevar mi dieta a un nivel más estricto. Eliminé el trigo sarraceno, los frutos secos y las legumbres a mediados o finales de enero. Opté por abrazar rigurosamente la dieta paleo y cambié mis probióticos por VSL3. Esta modificación resultó en una mejora notable en tan solo dos días. Además, reincorporé la toma de Clipper 5 mg dos veces al día (anteriormente lo había utilizado solo durante un mes). Experimenté una mejoría gradual en mi condición y, como consecuencia, me programaron una colonoscopia para el 8 de febrero de 2023. Hasta ese momento, no había estado bajo seguimiento en el sistema de salud público. La colonoscopia se realizó en un momento en el que la actividad de la enfermedad estaba alta, revelando una afectación de 60 cm de mi colon con una inflamación marcada en el ano, úlceras fibrinadas y múltiples erosiones

Tratamientos Intensivos y Decisiones Difíciles

El diagnóstico que se estableció fue de un brote moderado severo. Los tratamientos prescritos incluían enemas de mesalazina (Salofalk) a 4 gramos por la noche, Metilprednisolona en dosis altas con reducción semanal, omeprazol, vitamina D, calcio y Mezavant a 4.8 gramos diarios. Sin embargo, al investigar más, descubrí los posibles efectos secundarios y riesgos asociados con la Metilprednisolona, un corticoesteroideo fuerte. Al buscar soluciones adicionales, busqué la opinión de otro médico privado que tenía una perspectiva más flexible. A pesar de que compartí el informe de la colonoscopia con él, me recomendó comenzar el tratamiento intensivo para evitar una escalada en la gravedad de la enfermedad.

Este escenario me puso en una encrucijada: mientras no quería empeorar mi condición, también tenía dudas sobre la efectividad a largo plazo del tratamiento y los riesgos asociados con él. Sentía que estaba mejorando de manera gradual desde la colonoscopia y creía que los pacientes con esta enfermedad son los que mejor conocen su propio cuerpo. Mi objetivo era brindar a mi organismo las herramientas necesarias para sanarse a través de tratamientos más conservadores, dieta, suplementos y la gestión de la ansiedad que parecía haber desencadenado mi último brote.

Mejora Gradual y Nuevos Desafíos

El 22 de febrero, se realizó una analítica que mostró una disminución en los marcadores inflamatorios. La calpropectina bajó de más de 400 a 150, y aunque algunos parámetros mostraron ligeras alteraciones, seguí al pie de la letra la dieta y otros tratamientos. Sin embargo, el estrés y la preocupación sobre las decisiones médicas comenzaron a afectar mi bienestar. A pesar de estas tensiones, desde abril hasta finales de mayo, puedo afirmar que estoy mejorando, aunque la consistencia de mis heces varía según la dieta y el funcionamiento de mi tracto digestivo.

Un Viaje de prueba y error

Persisto en la búsqueda de soluciones y la mejora contínua. Acudo a una clínica de medicina integral que me proporciona suplementos y sesiones de bioestimulación para controlar mis síntomas. Mi régimen de suplementación incluye probióticos, aloe vera en ayunas, CBD con melatonina para mejorar mi descanso y otros suplementos. Continúo practicando ejercicio regularmente, mantengo una rutina de pilates y meditación, y trato de mantenerme activo físicamente.

Reflexiones y Esperanza

Mi travesía en el manejo de la Colitis Ulcerosa ha sido un aprendizaje de perseverancia y autoconocimiento. Reconozco la influencia fundamental del estrés y la dieta en mi enfermedad y estoy decidido a enfrentar estos factores de manera directa. A través de la documentación y la búsqueda constante de soluciones, he descubierto que el control de mi bienestar es una combinación de tratamientos médicos y una profunda comprensión de mi propio cuerpo y emociones. A pesar de los desafíos, encuentro esperanza y fuerza en cada paso de mi viaje hacia la recuperación.

Quiero ofrecer aliento y fortaleza a todas las personas que enfrentan la Colitis Ulcerosa. Aunque el camino puede ser difícil, es importante mantener la mente abierta a soluciones potenciales, explorar opciones más allá de las convencionales y tomar el control de tu propia salud en colaboración con profesionales médicos. Recuerda que, a pesar de los obstáculos, es posible encontrar mejoría y recuperación a través del compromiso, la paciencia y la determinación.

Mis saludos y mi más sincero aliento para todos.

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