Remisión de la colitis ulcerosa: El testimonio de José Luis.

Testimonio de éxito: Remisión de la colitis ulcerosa de José Luis

Hola a todos los lectores del blog. Os dejo con un nuevo caso de remisión de colitis ulcerosa. Testimonio de éxito:

Mi nombre es José Luis, tengo 28 años y soy originario de Veracruz, México. Mi diagnóstico fue es colitis eosinofílica, un trastorno autoinmune o eso fue lo último que me hicieron creer.

Hace aproximadamente 2 años, el 22 de mayo de 2021, desperté en la madrugada con un fuerte dolor en el abdomen y mucha diarrea. La noche anterior solo había cenado una ensalada de atún hecha en casa. Cabe mencionar que solía ser una persona con una actividad física bastante constante y con una dieta balanceada. Podía comer de todo y no presentaba ningún tipo de alergia.

Contaba con un peso de 96 kilogramos y una estatura de 1.97cm antes de iniciar con este padecimiento. Digamos que tenía una vida plena y sin complicaciones de salud. Después de ese día, todo cambió en mi vida. Esa mañana fui más de 10 veces a evacuar solo líquidos una y otra vez. Como muchos, decidí automedicarme y al parecer solo empeoré esa diarrea. Al llegar la noche, comencé a experimentar dolores más intensos y ya tenía fiebre, además de un nivel considerable de deshidratación. A pesar de pensar que la diarrea se detendría, seguí tomando el medicamento que en otras ocasiones ya me había funcionado sin problema alguno.

Al día siguiente, el 23 de mayo, tuve que ingresar de urgencia al hospital debido al intenso dolor y los espasmos abdominales, los cuales solo se controlaron con una fuerte dosis de sedantes y antibióticos para la “supuesta” gastroenteritis infecciosa que se presentaba en esos momentos. Me dieron de alta con medicamentos y antibióticos muy fuertes, pero la diarrea no cesaba. Los minutos se convirtieron en horas, las horas en días y los días en semanas.

Empiezo a visitarme con distintos profesionales

A los 15 días, desesperado y habiendo perdido 3 kg de peso, decidí acudir a mi primera consulta con un especialista en gastroenterología. Fue aquí donde comenzó mi travesía médica sin un final claro.

El primer gastroenterólogo me diagnosticó colitis nerviosa, originada por la gastroenteritis, y me recomendó reposo y continuar con la medicación habitual. Sin embargo, después de un mes de consultas continuas con este especialista, no hubo ninguna mejoría. Seguía experimentando dolores y diarreas, sin ningún progreso hacia un diagnóstico más preciso. Además, continué perdiendo peso (5 kg), lo que me llevó a buscar una segunda opinión de otro especialista, que tampoco resultó muy acertada. Insistían en que mi diagnóstico era una infección y que la solución era tomar más antibióticos y medicamentos.

Mes tras mes, consulté a diversos médicos de diferentes especialidades, desesperado por encontrar respuestas, pero sin éxito alguno. Después de casi 4 meses y con una pérdida de peso de casi 15 kilos, me vi obligado a viajar a otra ciudad en busca de respuestas. Me preguntaba por qué seguía padeciendo diarrea, por qué seguía perdiendo peso y por qué mi cuerpo no asimilaba los alimentos.

En esa otra ciudad, con el séptimo especialista al que consultaba, me hablaron acerca de dos trastornos: la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Mientras me explicaban más sobre ellos, mi temor crecía y una sensación de miedo se apoderaba de mí. Casi al borde de las lágrimas, una voz resonaba en mi interior: ¡Trastornos incurables! Fue un día que jamás olvidaré, ya que en ese momento, al tener todos los síntomas presentes, sabía que muy probablemente ese era el diagnóstico que tanto había estado buscando. Sin embargo, mi mente y mi conciencia se negaban a aceptarlo; querían más respuestas. Hasta que llegó el día de la primera colonoscopia con toma de biopsia. El resultado fue el siguiente:

  • Una ileitis inespecífica.
  • Un pequeño pólipo.
  • Una posible alergia alimentaria por sensibilidad.

A pesar de estos resultados, mi cuerpo seguía sin asimilar los alimentos y, para ese entonces, ya había perdido más de 20 kg.

Me someto a muchas pruebas diagnósticas. Acabo hospitalizado

Tras realizar análisis de sangre, cultivos de sangre y varios exámenes, los resultados obtenidos indicaban únicamente una ligera desnutrición, a pesar de que era evidente el desgaste físico y mental. No negaré que ha sido una lucha constante de cambios y síntomas.

En mi desesperación, acudí a rituales extraños y costosas terapias con la esperanza de mejorar. Probé de todo y aún así mi salud seguía deteriorándose. Debo admitir que en ocasiones llegué a pensar que la única salida era la muerte. Casi un año después, mi salud, mi físico y mi agotamiento mental llevaron a mi familia a hospitalizarme. Todos queríamos obtener respuestas sobre qué me estaba sucediendo.

Durante mi hospitalización, con más de 35 kg menos de peso, me sometieron a todos los estudios posibles una vez más. Se realizaron tomografías, análisis de sangre, análisis de heces, paneles moleculares y, por supuesto, una colonoscopia que indicaba una inflamación inespecífica de apariencia alérgica en el íleon (la parte final del intestino delgado). Estuve ingresado durante más de dos semanas, abrumado, desesperado y agotado. Pensé que tal vez mi cuerpo no podría soportar tanto desgaste. Después de las dos semanas de hospitalización, se encontraron dos posibles amenazas:

  • Una variante de la bacteria llamada Escherichia coli enteropatógena.
  • Un parásito llamado Cyclospora cayetanensis.

Estos estaban presentes a nivel molecular y todo indicaba que eran los responsables de la diarrea. Al día siguiente, me recetaron más antibióticos y medicamentos para combatir la bacteria y el parásito y eliminarlos. Como ya sabemos, la mayoría de los antibióticos no son específicos y dañan la flora intestinal (bacterias buenas y malas), la cual en ese momento estaba completamente destruida debido a más de 20 tratamientos diferentes y numerosos medicamentos que me habían recetado por falta de conocimiento.

Después de un mes de ser dado de alta, finalmente las diarreas habían cesado. Pensé que todo había terminado, pero en realidad era solo el comienzo de mi recuperación. La pesadez, la inflamación, el exceso de gases, los cólicos espontáneos y el exceso de movimiento intestinal aún persistían. Sin embargo, yo y mis 59 kilogramos de peso no nos rendiríamos. Seguí buscando y consultando todo tipo de terapias y ayuda paliativa que pudieran aliviar la inflamación. Pasaron 2 meses y, de repente, volvieron las diarreas inexplicables. Acudí nuevamente a otro especialista, quien me recomendó realizar una prueba de perfil alérgico de alimentos. Los resultados arrojaron alergia positiva al huevo, la patata y la almendra. Estaba bastante confundido, ya que solía consumir estos alimentos sin ninguna reacción desde mi infancia. Siguiendo la recomendación del especialista, eliminé estos alimentos de mi dieta, pero solo logré una ligera mejora. A duras penas lograba aumentar 200 gramos de peso al mes.

El especialista me explicó que estos trastornos son causados por una respuesta inmunológica de mi propio cuerpo, que me estaba atacando a mí mismo. Sin más explicaciones, me recetó más inmunosupresores y corticosteroides, lo cual solo empeoraría mi salud. Cada día era más frustrante ver que los síntomas persistían a pesar de seguir una estricta dieta y tomar la medicación.

Descubre su experiencia y el tratamiento que lo llevó a la remisión

Hace 6 meses, decidí por mi cuenta dejar todos los medicamentos, arriesgándome a empeorar o, en su defecto, mejorar. Y así fue, poco a poco mi cuerpo tuvo que responder por sí solo. Volví a mi vida habitual y tuve cuidado con mi dieta. Aunque los síntomas no desaparecieron por completo, al menos ya no me sentía agotado o débil debido a los inmunosupresores. A partir de ese momento, comencé a investigar por mi cuenta en foros y espacios sobre los trastornos de inflamación en el aparato digestivo. Hasta la fecha, todavía hay mucho por investigar sobre esta enfermedad.

Recientemente, descubrí a través de las redes sociales a Jordi y me encontré con su increíble libro sobre las 7 pautas. Debo decir que me han sentado muy bien. Desde el primer día he mejorado los síntomas, tengo más energía y me encuentro mejor. No me atrevo a decir que estoy en completa remisión. Creo que es un proceso de adaptación y aprendizaje, pero estoy seguro de que poco a poco iré mejorando cada vez más. Esta travesía llegará a su fin en algún momento y solo me dejará lecciones aprendidas y cosas positivas.

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